septiembre 19, 2024

Clodomira – Santiago del Estero

éxitos y fracasos de la nostalgia como recurso


Hace un par de meses, los fans del género telenovela –que hoy está extinguido en Argentina pero aún se produce con éxito en otros países de América Latina– se alegraron con la noticia de que era inminente el estreno de segundas partes de dos títulos emblemáticos: Yo soy Betty, la fea y Pedro, el escamoso, ambas colombianas. Apenas circuló la información comenzaron las discusiones tanto por parte de la crítica como de los televidentes: cómo estaban los actores más de 20 años después, qué nuevos giros podrían imprimirse a esos relatos y también cómo impactaría la condensación en unos pocos capítulos de textos que tenían originalmente más de 300.

La fea que nos conquistó

El retorno de Yo soy Betty, la fea implicaba un riesgo mayor: emitido por RCN entre 1999 y 2001 y vendido a 180 países, en muchos de los cuales había tenido su versión local, este producto había llegado hasta el Guinness en 2010 como “la telenovela más exitosa de la historia de la televisión”. Había dejado la vara muy alta, de la que estuvo muy lejos Ecomoda, una secuela que se hizo unos meses después con los mismos actores y el mismo autor, Fernando Gaitán.

Durante más de dos décadas, Betty siguió habitando ocasionalmente los canales de cable o las plataformas de streaming, pero el verdadero revival se dio a partir de 2020, cuando las personas acuciadas por la preocupación y el encierro forzoso debidos a la pandemia por COVID-19 redescubrieron esta gema que en 2019 había ingresado en el catálogo de Netflix.

Video

La serie se puede ver por Prime Video.

Yo soy Betty, la fea no solo ascendió rápidamente al podio de tendencias de la plataforma, sino que pasó a poblar un universo que aún no existía en su primera emisión: el de las redes sociales. A diferencia de 1999, cuando solo las fans más comprometidas buscaban información o interpretaciones colectivas en los pioneros foros de la web, ahora era mucho más fácil para viejos y nuevos espectadores discutir las idas y vueltas de Betty y Armando, su neurótico y amado jefe, en Facebook, Instagram, Twitter (hoy X) y hasta TikTok, o comentar en fragmentos publicados en YouTube. Este impacto de Betty en pandemia tal vez haya llevado a la industria a intentar un regreso de la vieja troupe, a pesar de la pérdida de su autor en 2019, pero también contribuyó a generar una enorme expectativa ante el anuncio.

En julio, se estrenó Yo soy Betty la fea: la historia continúa por RCN en Colombia y por la plataforma Prime Video, en la que se subían dos capítulos por semana hasta llegar a un total de diez. Se retomaba a gran parte de los personajes originales, con todos los latiguillos que fueron tan elogiados: a los cuatro minutos de comenzado el primer episodio, Don Hermes, el padre de la protagonista, sentencia: “El diablo es puerco” y poco después Patricia, “la peliteñida”, lanza su famoso “¡des-ga-raciadas!”. Por otra parte, el envío incorporaba algunas caras nuevas, como la hija de la pareja principal, Mila, una joven sumamente caprichosa que ante la separación de sus padres unos años atrás por la supuesta infidelidad de Armando, había tomado partido por él. Y también se recurre a un villano, que pareciera ser el hijo desconocido de un viejo adversario de Betty.

Betty, antes y ahora.Betty, antes y ahora.

Betty, que según se explica había dejado la presidencia en manos de Armando, una vez más tiene que arreglar los desaguisados financieros de su ex marido, pero curiosamente, también decide volver a su apariencia original: se viste en forma anticuada, se corta el flequillo… solo falta la ortodoncia.

Desde el comienzo, las quejas de los espectadores se hicieron oír en las redes: el arco narrativo de la heroína en esta segunda parte resultaba sumamente confuso. En la emisión de 1999-2001 la fealdad de Betty –calificada así aunque más que nada estaba mal vestida y peinada– era una forma de subrayar la falta de reconocimiento que se le dispensaba a pesar de su talento. Lejos de clisés, en la pluma maestra de Fernando Gaitán, la supuesta fealdad y torpeza daban lugar a la humillación de la joven –que sí es un lugar común de las telenovelas, pero aquí era mostrado en un escenario corporativo– y permitían al público advertir la incapacidad de la mayoría (salvo Armando) para ver que tenía una formación y un talento para los negocios excepcionales, y por eso debía ser la presidenta de la empresa. Luego de superar un enorme sufrimiento cambia su look con ayuda de expertos en el tema y vuelve más segura, además de bella.

Pareciera que la intención es recuperar la identificación del público con la “fea”, con lo cual se toma la decisión inexplicable de que Betty vuelva a ser la de antes.Pareciera que la intención es recuperar la identificación del público con la “fea”, con lo cual se toma la decisión inexplicable de que Betty vuelva a ser la de antes.

En esta secuela, pareciera que la intención es recuperar la identificación del público con la “fea”, con lo cual se toma la decisión inexplicable de que Betty vuelva a ser la de antes, argumentando que nunca se había sentido totalmente cómoda con su cambio estético… sostenido durante más de veinte años.

Es cierto que la televisión abierta de hace 25 años ya no existe, y que ni los más optimistas esperaban un rating similar a los 40 puntos que acompañaron a la primera parte, pero los cuatro puntos promedio que alcanzó en Colombia este nuevo intento fueron elocuentes. Así y todo, como el final dejó inconclusa la historia se supone que habrá más capítulos en el futuro cercano. En la televisión abierta, mejor suerte corrió el otro gran retorno del género.

Pedro y el eterno baile del Pirulino

Sin llegar al enorme éxito internacional de Betty, Pedro, el escamoso, emitida originalmente por Caracol Televisión entre 2001 y 2003, había tenido una gran influencia en su país de origen, donde la telenovela volvió varias veces a la pantalla. Al público de entonces le encantaron las aventuras de Pedro Coral Tavera, recién llegado a Bogotá de su pueblo con sus botas texanas, su peinado particular, sus camisas entalladas y su forma peculiar de bailar un tema de la década del sesenta: “El Pirulino”.

La secuela Pedro, el escamoso: más escamoso que nunca, se estrenó casi al mismo tiempo que la de Betty, en julio, por Caracol Televisión y por la plataforma Disney+. El personaje que interpreta el actor Miguel Varoni vuelve a Bogotá después de pasar veinte años viajando por el mundo en busca de un porvenir siempre esquivo. Nos enteramos de que antes de partir se separó de su amada “Doctora Paula” (Sandra Reyes) y dejó a su hijito Pedro Jr. a cuidado de Pastor Gaitán, su amigo gay, eternamente enamorado de él.

Pedro, antes y ahora.Pedro, antes y ahora.

A su vuelta descubre –inexplicablemente nunca mantuvo comunicación con él– que su hijo (Carlos Torres) se ha convertido en el ejecutivo exitoso de una empresa dedicada a la tecnología y en gran parte los 23 capítulos se dedican a narrar el intento de Pedro de retomar un buen vínculo con su hijo, y a la vez de concretar una nueva relación amorosa, esta vez con Fernanda (Ana María Trujillo), presidenta de la compañía y por lo tanto jefa de Junior: hoy como ayer, Pedro las prefiere de clase alta.

Aunque pasaron dos décadas, Pedro no resigna ni un ápice de su personificación, ni en su apariencia ni en sus modismos lingüísticos (“¡Divino rostro!”, “Mi mompirri”, “Pa que le digo que no si sí”), y su simpatía y buen humor son, una vez más, los que lo ayudan a conseguir la amistad de la mayoría de los empleados de la empresa, en la que entra a trabajar como mensajero en moto. La prensa de espectáculos resalta el éxito de esta secuela, que habría llegado a las mejores cifras de audiencia de los últimos años para una ficción, un promedio cercano a los diez puntos.

Hoy como ayer, Pedro las prefiere de clase alta.Hoy como ayer, Pedro las prefiere de clase alta.

La nostalgia, espejo riesgoso

“Veía Betty, la fea cuando estaba en la Universidad, verla era toda una fiesta entre amigos. Ahora, 20 años después y ya con 45 años, volver a verla es retrotraerme a aquel tiempo tan feliz en mi vida”, opina una usuaria de Google. “El que no vio Pedro, el escamoso no tuvo infancia”, dice un tuitero colombiano. En muchos sentidos, estas dos producciones se proponen encabalgarse en un fenómeno que la industria ha sabido explotar desde hace mucho tiempo, pero en particular durante la última década: la nostalgia como elemento convocante.

Remakes de películas exitosas, homenajes a cantantes fallecidos o muy ancianos e incluso la catarata de biopics y bioseries que han inundado las plataformas son algunos ejemplos de esta tendencia: volver a las ficciones o figuras que fueron muy importantes en nuestras vidas, pero sobre todo nuestra infancia y adolescencia, es una forma de retornar a esas etapas, que se suelen idealizar con la distancia.

Pero un texto atravesado por la nostalgia también puede ponernos frente a un espejo cruel. Podemos hacernos los desentendidos –sabemos que al pasado no se vuelve– e ilusionarnos con que está todo igual que entonces: ellos, los personajes, y nosotros, los espectadores. Está en la pericia de los hacedores tocar determinados botones que alcancen para mantener esa ilusión. Pareciera que en el caso de Pedro lo han conseguido y no así en el caso de Betty.

Fernando Gaitán fue el creador de "Betty, la fea".Fernando Gaitán fue el creador de «Betty, la fea».

Tal vez la calidad narrativa de la original Yo soy Betty, la fea puso piedras en el camino de la secuela. Gaitán, sin recurrir a ninguno de los clisés más visitados por el género, había sabido entretejer comedia y melodrama de manera magistral. Su heroína nos hizo reír pero también sufrimos con su desconsuelo, y sobre todo, nos ofreció la escena de reconocimiento final que satisface a la audiencia. El cambio estético era una metáfora de ese momento de justicia. En suma, el desarrollo del relato, perfectamente dosificado, fue lo central en este producto que tuvo muchos otros elementos destacables.

El regreso de la fealdad de Betty en la entrega de 2024 con nuevos autores no resultó convincente a un público experto en la decodificación del melodrama: la única justificación para que una heroína triunfante vuelva al lugar de víctima sería la acción de un villano, jamás la dudosa decisión de una psiquis insegura. Las buenas actuaciones y caracterizaciones no fueron suficientes para activar con éxito la nostalgia a pesar de ese gran escollo.

El personaje pintoresco es lo más relevante de "Pedro, el escamoso".El personaje pintoresco es lo más relevante de «Pedro, el escamoso».

Tal vez Pedro salió más airoso del desafío porque en la telenovela de Caracol el relato nunca fue lo más relevante, sino el personaje pintoresco, y de hecho atestiguan este éxito la cantidad de videos de personas vestidos con botas texanas y danzando al ritmo del Pirulino con los movimientos patentados por Miguel Varoni. En Pedro, el escamoso: más escamoso que nunca, ese personaje persiste y no es necesario justificar su insistencia: cada vez que alguien le critica el pelo él dice rápidamente “No me lo voy a cortar”, y se lo muestra tiñéndose con esmero para conservar su anterior imagen. Nunca cambió y no tiene por qué. Tal vez esa fidelidad ingenua a su antigua caracterización le hayan garantizado una llegada mucho mayor que la secuela sobre Betty.

Dentro de este amplio marco de la nostalgia, ver a los personajes iguales a pesar del paso del tiempo puede funcionar si son construidos como seres obstinados en una estética y una posición, pero no si esos mismos personajes ya evolucionaron en anteriores envíos. La nostalgia tiene un límite, parecen decirnos hoy en las redes las lecturas minuciosas y hasta crueles de muchos de los espectadores.

*Libertad Borda es Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales. Investiga sobre géneros televisivos, en particular la telenovela, y sobre las prácticas de fans en entornos digitales.



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