Victoria Villarruel juega su propio partido, arma su agenda con actividades en el interior del país tratando de fortalecer su imagen pública y busca de mantener una base de votos. Eso puede explicar la ausencia de la vicepresidenta en cada foto del recinto del Senado en la que el Gobierno cayó derrotado, ya sea por iniciativa del kirchnerismo o del radicalismo.
Esto se repitió este jueves cuando el oficialismo tuvo un doble tropiezo en el Congreso cuando la oposición en su conjunto convirtió en ley el proyecto de financiamiento de las universidades, una propuesta que Javier Milei ya anunció que vetará por su impacto en el equilibrio fiscal. Obviamente el presidente está confiado en que podrá repetir lo ocurrido con el veto de la ley de movilidad jubilatoria que Diputados ratificó al asegurarse un poco más de un cuarto de la Cámara.
En la oposición ya hacen una lectura de la situación y entienden que el oficialismo tiene los votos para ratificar el futuro veto, incluso con mayor facilidad que emitido para frenar el aumento a los jubilados.
El otro revés que sufrió el Gobierno y que sin duda tendrá un impacto político más importante tiene que ver con el rechazo al DNU 656 que otorgó fondos millonarios a la SIDE para gastos reservados. Hay que reconocer que la vicepresidenta hizo lo posible para evitar que el kirchnerismo concrete su objetivo, pero no pudo evitar que Milei se convierta en el primer presidente de la historia al que le revotan un DNU.
En rigor, antes del inicio de la sesión sabía tanto ella como el secretario parlamentario Agustín Giustinian que la oposición terminaría colando el controvertido decreto que otorgó más de $100 mil millones para gastos en inteligencia. Aún así no tuvo más salida que mantener la sesión para aprobar el proyecto de Boleta Única de Papel (BUP), una iniciativa que la propia vice venía fogoneando desde que asumió la presidencia del Senado y que no tuvo en los primeros meses el apoyo de la Casa Rosada.
Justamente, la propuesta que reforma el sistema de votación, aprobada con 39 a favor y 30 en contra (todos del peronismo), fue la única votación que contó con la presencia de la vicepresidenta. Villarruel abrió el debate y comandó la consagración de la BUP que venían reclamando desde la Presidencia para ponerla en práctica a partir de las elecciones legislativas del próximo año.
Villarruel no estuvo para la aprobación de financiamiento universitario y la caída del DNU
Sin embargo, cuando arrancó el debate de la ley de financiamiento universitario, Villarruel cedió el sillón de la presidencia a Bartolomé Abdala, el senador caído en desgracia después de revelar, casi en forma infantil, que tenia 15 asesores y la mayoría estaba en San Luis porque su objetivo es ser candidato a gobernador de su provincia.
Revisando los antecedentes de las sesiones, hay un dato que marca la decisión de Villarruel de evitar ser el rostro de la derrota del Gobierno. Desde el inicio del período ordinario de sesiones, la vicepresidenta sólo estuvo en una de las sesiones en las que el oficialismo fue derrotado. Ocurrió en marzo, cuando la oposición se unificó para voltear el mega DNU 70/23, que impulsaba una amplía apertura de la economía y modifica unas 300 leyes. El tema quedó cajoneado en Diputados, donde el oficialismo lo mantiene blindado, a la espera de que se resuelva su judicialización.
La vice también participó activamente en la sesión de abril en la que se aprobaron pliegos de los embajadores. Hubo algunos cuestionamiento al actual embajador en Israel el rabino Axel Wahnish, quien busca llevar la sede diplomática a Jerusalén, en sintonía con lo resuelto en su momento por el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En aquella sesión también se aprobaron los pliegos de los embajadores Guillermo Nielsen (Paraguay), Gerardo Werthein (Estados Unidos), Mariano Caucino (India) Ian Sielecki (Francia) y Sonia Cavallo (OEA), hija del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo.
El momento en que Villarruel tuvo una participación estelar fue el 13 de junio y estuvo presente a la hora de la votación de la Ley Bases cuando dio un fuerte discurso de barricada destacando que «los argentinos habían votado un cambio». La votación terminó empatada en 36 y la vicepresidenta tuvo que desempatar dejando una frase con sello personal: «Para esos argentinos que merecen recuperar el orgullo de ser argentino, mi voto es afirmativo». Aquel momento le sirvió como para aliviar la presión interna del Gobierno.
Pero días después, el 4 de julio, cuando el kirchnerismo intentó colar en una sesión el proyecto de movilidad jubilatoria tampoco estuvo presente Villarruel, quien volvió a ser reemplazada por Abdala en el estrado de la presidencia. Aquella jornada, el radicalismo le tiró un salvavidas y el Gobierno celebró como un triunfo haber postergado unos días lo que se concretó el 22 de agosto con la aprobación de la nueva fórmula de actualización de las jubilaciones que Milei terminó vetando.
Está claro que la vicepresidenta retacea su apoyo al Gobierno en aquellos temas que le puede tener un costo político grave. No militó por el pliego de Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia e incluso se puso de la vereda de Javier Milei al apuntar que el juez federal «no tiene los pergaminos» para integrar el máximo tribunal. Una sentencia que terminó por congelar no sólo esa nominación sino también la de Manuel García-Mansilla, el otro postulante del Presidente.
Se viene el Presupuesto 2025 y la vice ya recibió la invitación para el domingo, cuando Milei presentará la propuesta en el recinto de Diputados. Ahora habrá que esperar que margen de maniobra le dará el Gobierno en la negociación para buscar un triunfo.
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